Producción y cría de conejos en las granjas industriales
Las conejas reproductoras son inseminadas artificialmente y embarazadas 8,5 veces en un mismo año. La gestación de las hembras dura unos 31 días, y se mantienen junto a los gazapos 35 días más hasta el destete. Sólo pasan 11 días hasta la siguiente inseminación y a partir del primer año, cuando se reduce su productividad, son enviadas al matadero o mueren en las granjas, aunque su esperanza natural de vida puede llegar a los 12 años.
En el momento de la cubrición, el sistema reproductor de las conejas necesita de la presencia del macho para entrar en funcionamiento. Sin embargo, en los procesos industriales de cría, estas hormonas se administran a las hembras artificialmente a través de medicamentos. Durante esta investigación, el equipo de AnimaNaturalis pudo registrar fetos de conejo en las jaulas y los fosos de excrementos, junto a hembras muertas a causa de abortos.
“A mayor frecuencia de gestaciones, es más frecuente el desarrollo de mamitis en las conejas. Cuando hay mamitis, la infección pasa a las crías y esos animales pueden morir o no crecer bien. Si las identifican es posiblemente para estar atentos y hacer cambio de gazapos. Las conejas aceptan muy fácilmente conejos de otras camadas cuando tienen una edad similar a los suyos.”, explica David Perpiñan, veterinario especializado en medicina de conejos de compañía, que ha supervisado las conclusiones sobre la salud de los animales que se exponen en este trabajo.
La mamitis o mastitis es una infección en las mamas que se puede transmitir a los gazapos a través de la leche. Además de la cantidad de partos, la falta de higiene y el estrés son condicionantes para el desarrollo de esta enfermedad.
De cada camada, que suele constar de entre 10 y 12 gazapos, se estima que el 9,45% morirán durante la lactancia y un 10,35% durante la fase de engorde. Los conejos suelen nacer en un nido –normalmente una bandeja de plástico situada en un anexo a la jaula, a la que la coneja tiene acceso a través de un hueco--, idealmente cubierto y con una base de paja y pelo previamente acomodado.
Nada más nacer, los gazapos son extremadamente delicados y pueden sufrir de estrés térmico, por lo que dependen completamente del calor y la atención de la madre. A veces, los recién nacidos caen desde el nido a la zona de la reja, y la propia forma de la jaula les impide regresar o que la hembra pueda devolverlos, así que están condenados a morir de hipotermia sobre los barrotes, caer al foso o ser aplastados.
Los que sobreviven, son enviados al matadero con sólo 3 o 4 meses de vida, cuando han alcanzado entre 2,5 y 3 kg de peso, tal y como demanda el mercado. Todo ese tiempo permanecen en las mismas jaulas; junto a sus madres hasta que son destetados y ellas inseminadas de nuevo, y cada vez más hacinados a medida que van engordando.
Las explotaciones ganaderas ya contemplan como parte del negocio que un porcentaje de los animales no será apto para la venta. Por esta razón, cuando los conejos no soportan las condiciones a las que son sometidos, resulta más barato para la empresa dejarlos morir que ofrecerles la atención veterinaria individualizada que pudieran necesitar.
Si los operarios detectan conejos enfermos pueden tomar la decisión de eutanasiarlos. Es habitual que les agarren de las patas de atrás y les provoquen un traumatismo letal estampándoles la cabeza contra la pared.
Instalaciones
La muestra de explotaciones visitadas durante la investigación incluye granjas de diferente tamaño, antigüedad y nivel de higiene, por lo que AnimaNaturalis asegura que refleja el estándar de las condiciones de vida del 99% de los conejos criados en España. Sólo el 1% de las explotaciones están clasificadas como ecológicas, ofreciendo supuestamente mayores garantías de bienestar animal.
La longitud aproximada de un conejo es de 75 centímetros, y los alojan en jaulas de una medida estándar de 45 x 60 centímetros. Esto significa que no pueden tumbarse completamente, y mucho menos saltar. Descansan toda su vida sobre rejas de unos 3 milímetros que les dañan las patas y llegan a provocarles patologías muy dolorosas.
Las granjas de conejos suelen componerse de una serie de naves alargadas, ocupadas por las jaulas distribuidas en pasillos a una altura aproximada de 1 metro respecto al suelo. Bajo estas se encuentran los fosos, de unos 50 centímetros de profundidad. Los excrementos caen, a través de la rejilla de las jaulas, a dichas canaletas, las cuales se limpian periódicamente extrayendo totalmente el material acumulado o almacenándolo en una gran fosa en el exterior.
Normalmente el sistema de limpieza consta de unas palas que arrastran los purines hasta la fosa. Este mecanismo suele ser automático y basta con apretar un botón. Sin embargo, los investigadores de AnimaNaturalis denuncian las “nauseabundas condiciones en que se mantenían las infraestructuras de la mayoría de granjas visitadas”.
Debido a la sensibilidad de los conejos, es importante que la temperatura se mantenga estable y que no haya corrientes en el recinto, así que las puertas siempre se mantienen cerradas y las ventanas cubiertas. Normalmente estas tienen mosquiteras para, teóricamente, evitar la entrada de insectos y la iluminación es completamente artificial, así que los conejos nunca perciben la luz solar.
“Hemos visto gatos dentro de un módulo devorando cadáveres que algún trabajador había abandonado en el pasillo para recoger en otro momento. Volvimos varios días después y los cuerpos seguían en la misma posición, tratados como basura.
En aquella explotación la imagen era grotesca. Por las telarañas era evidente que no se había limpiado en mucho tiempo, pero además de animales muertos en cada esquina, el suelo estaba lleno de colillas apagadas entre paja y pelo”, atestigua un investigador del equipo de AnimaNaturalis.
Estos animales nunca respiran aire fresco. En cada jaula de alambre pueden convivir hasta una decena de conejos y debajo de ellas, se acumulan kilos de excrementos y suciedad. A veces se puede observar sangre y cadáveres en las pilas de estiércol, formando un cóctel perfecto para la proliferación de moscas y roedores, que propician la transmisión de enfermedades.
Los conejos son animales naturalmente esquivos, desconfiados y activos, porque suelen jugar el papel de presas en la naturaleza. Son extremadamente sociables entre individuos de su especie, forman clanes familiares y pasan gran parte de su tiempo royendo, excavando y buscando escondrijos. Evidentemente, en las jaulas todo esto es imposible.
“Nuestra investigación ofrece pruebas innegables de que el sector cunícola se basa en un sistema cruel, muy alejado de cualquier estándar mínimamente aceptable de bienestar. El uso de jaulas impide de por sí que los conejos desarrollen ninguno de sus comportamientos naturales, lo que les causa un alto nivel de sufrimiento físico y psicológico durante toda su vida.”, expresa Aïda Gascón, Directora de AnimaNaturalis España.
Las jaulas de alambre se utilizan supuestamente para evitar que se acumule la humedad. Esto va en detrimento directo del bienestar de los conejos, que pasan toda su vida dañando sus patas y limitados para desarrollar cualquier movimiento natural.
En los últimos años, algunas granjas han introducido en las jaulas unas pequeñas piezas de plástico con una trama más ancha que la de la jaula, con la intención de ofrecer una zona de mejor descanso. La realidad es que esta medida ha demostrado ser insuficiente y aún muy alejada de las condiciones mínimas de bienestar animal que los conejos requieren.